Sin embargo, la verdadera preocupación en esta industria es el canal entretenimiento en directo. El 2020 ha sido un año para olvidar y borrar de todas las agendas posibles. El daño colateral a toda la estructura sobre la cual se apoya una gira o simple concierto no tiene vacuna o tiritas para evitar el sangrado. La música en directo es una parte integral de la escena cultural en cualquier nación.
No obstante, en países como Estados Unidos y en las islas británicas el turismo musical representa la nada desdeñable cifra de 3 mil millones de euros cada año. Productores, músicos, agencias promotoras, representantes, transportistas de equipos, técnicos de sonido e iluminación, catering, seguridad, medios de prensa, y otras actividades y empleos se han visto afectados por un frenazo sin precedentes, y sin alternativas rentables a tal coyuntura.

Treinta millones de personas acudieron en el 2018 a eventos musicales solamente en el Reino Unido. La demanda por ver a grandes nombres por parte de las generaciones de menor edad, es sin duda una variante esperada por parte de las grandes firmas que han visto un filón por explotar en este segmento de población.
Nadie entre veinte y treinta años quiere perderse de ver en directo a Guns N’ Roses, Bon Jovi, Metallica o Iron Maiden, aunque estos músicos peinen menos pelo en la cabeza y se muevan por el escenario con dificultad por los kilos extra y las enfermedades de espalda o de audición. A pesar de la subida en los precios de entradas y tickets a festivales y conciertos, la respuesta a los grandes eventos ha sido de lleno total.